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ÁREA SINIESTROS
SEXTO SENTIDO
Entrevista a Ricardo Nievas
El destino lo llevó a colaborar como bombero en las tragedias más graves de la historia reciente. Voz calificada en Gestión de Desastres, Ricardo Nievas habla de los miedos y el sentido de la experiencia, los avances que llegaron tras aquellos desastres y la necesidad de que el “sexto sentido” de cada rescatista confluya con los saberes académicos.

“Derrumbe en un edificio” indicaron en la mañana del 18 de julio de 1994 a la dotación que partió desde el Cuartel Central de Bomberos rumbo a AMIA. Ricardo Nievas, por entonces integrante de la Brigada de Explosivos, sabe mejor que nadie la distancia entre esa descripción y lo realmente sucedía en Pasteur al 600 de la Capital Federal.

“No se sabía qué era la AMIA ni tampoco que estábamos frente a un atentado”, reconoce.
Lic. Ricardo Nievas . Director del Área Siniestros IUPFA
Evocar hoy esa incertidumbre es una forma de dar a conocer el rasgo más reiterado en la vida activa de un bombero: desconocer qué se va a encontrar. “Puede ser desde un gatito en una planta –explica- o una escena trágica con decenas de vidas humanas en juego, como en AMIA”.

-Y después de la sorpresa, ¿qué?
-Manejo de crisis. Frente al descontrol, hay que tomar las primeras medidas, es decir, acomodar la situación hasta poder aplicar acciones más específicas vinculadas al resultado final.

-¿Es inevitable el descontrol?
-Sí. Es algo universal. A esta altura lo puedo afirmar desde la práctica y lo académico: no se puede tener todo previsto. El riesgo cero no existe. Y a su vez siempre se puede hacer algo. No pasa por decir “no hago nada y vemos si tenemos suerte”. Es la discusión que surge cuando explicamos qué es la Gestión de Emergencias.
Lic. Ricardo Nievas
Director del Área Siniestros IUPFA
-¿Qué sucede?
-La gente que no sabe del tema, porque se trata de una disciplina nueva, enseguida dice “¡¡¿qué se puede organizar??!! si yo vi lo que fue Embajada, AMIA, Cromañón…”

-Una crítica con un dejo de razón.
-Y sí. Basta ver lo que pasó con AMIA: dijeron “derrumbe en un edificio” y cuando llegábamos parecía una película de terror, estábamos realmente complicados. Pero siempre hay un margen para la gestión de desastres. Trágicamente, ese margen en los últimos años se fue armando a partir de prueba y error.

-Declarado el siniestro: ¿cuál es la clave para optimizar la tarea un bombero?
-Ante todo la comunicación que recibimos, la precisión es fundamental porque el bombero en el camino se va haciendo una estructura mental de lo que va a encontrar. Y luego el entrenamiento, la experiencia. Se aprende con la práctica.
Lic. Ricardo Nievas . Director del Área Siniestros IUPFA
ANONIMATO
-¿Se siente miedo al momento de una intervención crítica?
-Y sí. Si alguien no tiene miedo tiene una patología, no es normal.

-¿Recuerda algunas actuaciones en que atravesó ese tipo de emociones?
-Puntualmente en varios incendios, pero peor fue en la Brigada de Explosivos. Ahí uno llega y todos están esperando que actuemos. Nos colocamos el traje de protección, vamos caminando con el detonador y se percibe que en cada uno sobrevuela la duda de si vamos o no a volar por el aire. Cuando uno lo piensa después se advierte que es normal esa reacción de la gente, porque se trata de un riesgo cierto. Más de una vez en ese tipo de trances me hice una pregunta existencial.

-¿Cuál?
-“¿Qué estoy haciendo acá?”. El miedo se siente, sí, claro, ¿cómo no se va a sentir?

-¿Y cómo se supera?
-Eso no se puede adquirir ni estudiar, hay que tener cierta predisposición a abstraerse. Luego el tiempo nos va haciendo un callo en la personalidad. Pero también asumo como experiencia adquirida la certeza de que en circunstancias extremas el cerebro se divide en dos, una parte emocional y otra lógica, y uno se vuelve más técnico, obvio: no se puede estar pensando “ay, si vuela...”, no. Igualmente todo eso no es gratis.

-¿Siguen dando vueltas esos episodios en la mente de un bombero?
-Siempre vuelven. Yo aún tengo la imagen de la Clínica Saint Emilien, en 1985, donde murieron 78 personas. Me aparecen las llamas y me veo caminando entre los cuerpos. Fue terrible. No pude dormir por mucho tiempo, por el recuerdo de todo ese desastre. Sin embargo en ese momento no se me ocurrió pensar por qué estaba ahí. Si lo hubiera hecho no serviría para bombero.

-¿Fue la peor experiencia?
-Hubo distintos momentos en mi vida de bombero. En el geriátrico recién tenía 21 años, entonces fue como una especie de descubrimiento de lo que son esas situaciones tan dramáticas. En la Embajada de Israel y AMIA por supuesto que también vi escenas trágicas y Cromañón, bueno, terrible, por el hecho de que cuando me tocó participar –llevaba muchos años en Bomberos, era Subcomisario de Reserva- aún había cuerpos para retirar, había familiares de las víctimas, y en la confusión propia de esa circunstancia pensaba que eso podría haberle sucedido a un hijo mío. Con el dolor de descubrir ahí que no morían por quemaduras sino por intoxicación.

-El bombero no tiene tiempo tampoco cuando le toca ser Dios y elegir a quién rescatar.
-Tampoco. Por supuesto. Cuando hay múltiples víctimas no podemos perder un instante con dilemas. Pero ahí es decisiva la articulación con otras áreas, porque en rigor tenemos preparación para brindar la primera respuesta y hacer triage, la clasificación de las víctimas para ver quién tiene más posibilidades de sobrevivir.

-Dijo que la experiencia es irreemplazable. ¿Aún lo es en tiempos donde lo académico cada vez cobra mayor importancia?
-Sí. Lo ideal es la conjunción de ambas cosas, pero es irremplazable y lo explico con el recuerdo del tiempo que me tocó trabajar con explosivos: al principio sentía que iba hacia lo desconocido, después ya no, con los años se desarrolla un sexto sentido que, incluso, abarca los actos intimidatorios: cuando el mensaje que llegaba a la Brigada hablaba de “presunto artefacto en almacén de barrio de Mataderos”, la experiencia me decía “acá no hay nada” (sin que por supuesto se alterara en lo más mínimo el plan de desactivación). Y a la vez ese sexto sentido, cuando indicaban “artefacto cerca de una mezquita o embajada o edificio público”, me hacía pensar de inmediato: “acá la cosa ya es diferente”.

-Si empezara de nuevo, ¿qué cambios promovería?
-Daría más relevancia a lo técnico, tendría muy en cuenta las nuevas tecnologías y haría mucho hincapié en el manejo de las emociones, porque en cierta manera siempre está ese mandato de que el bombero tiene que sufrir y eso de “a mí no me va a pasar nada porque tengo la capa de superhéroe y los voy a salvar a todos”. Y no es así. Hay veces que no se puede.

-También es cierto que a veces hay rescates heroicos y nadie se entera.
-¡Las veces que pasa eso! Sobre todo en incendios cuando una tarea fue exitosa, por llamarla de algún modo, o también en Explosivos cuando se logra desarmar una bomba grande, por ejemplo, u otro salvamento con riesgo para el bombero. Y recibimos el saludo de los jefes, al rato uno toma el tren, llega a su casa y es uno más.
PERSONAS INTRANSFERIBLES
-¿Se pueden transmitir los saberes?
-No es sencillo, la experiencia no es transferible. Lo mejor es que vayan juntos el que sabe con el que está aprendiendo. En Bomberos eso está bien porque cuando un oficial recién se recibe sale de agregado en aquellos cuarteles donde hay más intervenciones, pegado con el oficial con más experiencia. Esa es la mejor forma de transmitir experiencias.

-Si se registrara otra tragedia como las que le tocó enfrentar, ¿hay una mejor preparación?
-Sí. Cromañón fue un punto de inflexión, en todo. Antes sólo había compartimentos estancos entre las instituciones que intervienen en un siniestro. Luego se establecieron protocolos y en Capital se han unificado las policías, hoy es una sola. Eso sin duda redundará en una acción más eficaz. En Policía Federal, por su parte, están estandarizadas las intervenciones: incendio, salvamento, etcétera.

-Pero los siniestros también se tornan más complejos.
-Sí, es como pasa con los delitos: siempre se va detrás, siempre aparece una modalidad nueva y surgen otros riesgos. Igualmente cuando hablo de riesgos no quiero decir que seamos kamikazes, en Explosivos y también en cualquier siniestro siempre hay ciertas técnicas para trabajar y salvaguardarnos. Pero si uno es profesional se tiene que cuidar. Hay que estar muy concentrado. Y asumir que la mejor protección es conocer.

-¿No alcanza con respetar los protocolos?
-Los protocolos en realidad son una cuestión de forma, permiten optimizar los rescates, obviamente, pero lo que no cambia y es lo mejor del Bombero es el punto de vista humano, el de los que tienen vocación, el de aquellos que siempre van a arriesgar su vida en pos de salvar gente.
Lic. Ricardo Nievas . Director del Área Siniestros IUPFA Lic. Ricardo Nievas . Director del Área Siniestros IUPFA
GESTIÓN, LA CONTRACARA DEL DESASTRE
Tragedias como AMIA o Cromañón dejaron al descubierto gravísimas falencias operativas al momento de los rescates. Por eso, la actualización de los protocolos que especifican la hoja de ruta para el accionar de las fuerzas intervinientes representa uno de los grandes aprendizajes que dejaron esos terribles episodios.

Otro pilar es la prevención. Y también en ese sentido expertos como Ricardo Nievas (director de carreras del Área Siniestros del Instituto Universitario de la Policía Federal, interpretan que las cosas han cambiado, pero para bien.

“Estamos mejor posicionados", asegura el licenciado en Seguridad, porque los controles son totalmente distintos. Hoy no habría un Saint Emilien, porque si no se habilitan lugares así, el siniestro no se va a producir. Si existen los controles, esas cosas no van a volver a suceder”.

No obstante, bajo la mirada de especialistas como el propio Nievas, no basta con eso.

Aún queda un desafío más grande: trabajar en gestión. “¿Por qué insisto tanto con esto?, porque siempre van a suceder cambios, transformaciones, y no podemos quedarnos con la mentalidad de la defensa civil de los años 40”.

-¿Está vigente esa visión?
-En muchos lugares aún persiste. Y de ahí también la necesidad de que los que intervengan en los siniestros sean profesionales.

Por todas esas razones, este reconocido ex bombero, hoy considerado como uno de los más eruditos del país en gestión de riesgos, no deja pasar oportunidad –incluida la difusión que practica desde un programa radial propio- para destacar la relevancia de la Ley nacional de Gestión Integral de Riesgos de Desastres, porque interpreta que la vigencia de esa normativa ordena la gestión de riesgos a nivel nacional.

“Si bien nuestro país tiene las tres jurisdicciones –nacional, provincial, municipal- esta ley establece una jerarquía a nivel nacional para que se puedan optimizar los recursos y las acciones frente a los distintos eventos que puedan ocurrir”.

-¿No hay riesgos que la puesta en práctica desvirtúe un poco ese alcance?
-Puede suceder, como con toda ley. Hay que ver luego la reglamentación. Todo es perfectible, pero desde ya para mí es algo muy positivo, porque traza un orden y eso es clave.
 
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